sobre el miedo a envejecer.
botox, líneas de expresión y la ternura feroz de seguir aquí, con vida.
tener que pedir asistencia en una tienda de por sí está en mis top 5 situaciones más estresantes. por lo general, cuando sé que tengo que pedir ayuda, lo hago porque ya extinguí toda otra alternativa. así que puedes dar por seguro que practiqué la interacción varias veces antes de salir del carro, con un short-list para hacer de la interacción lo más fácil para ambas partes.
entré con la intención de conseguir un buen tinted moisturizer: entrar, salir, comprarme una diet coke de máquina y dirigirme a mi casa con $40 menos en el banco. pero como la vida es una – y sigo convencida de que mi propósito cósmico es uno de comedic relief – en vez de salir temprano, perdí todo el libreto al encontrarme recibiendo la noticia de que mi rostro ya cuenta con “fine lines” que requieren un ‘tratamiento’ más hidratante para la piel.
no sabía si aún estaba parada en sephora, o si de alguna manera me había transportado a un consultorio médico para recibir malas noticias. el tono de mi sales-rep/doctor imaginario de momento muchísimo más serio ante mi nuevo diagnóstico. en un instante, fui de treintona buscando el mejor medium-coverage para su color de verano a paciente con una condición terminal: “comenzarás a desarrollar arrugas dentro de los próximos 3-5 años. tu tiempo estimado de vida es de unos 50-60 años más, pero no sin signos visibles de envejecimiento a menos que compres este serum de drunk elephant”.
desde niña, siempre quise ser una mujer adulta. entendía que lo mejor de la vida se reservaba únicamente a las “personas grandes”. las mejores conversaciones estaban reservadas para la experiencia chic de ser una mujer independiente. ellas eran quienes podían conducir sin pedir permiso, vestir la ropa que querían, libres para tomar las decisiones que desearan y – más importante aún – no tenían que ir a la escuela, ni hacer tareas. cuando mi tarotista me leyó las cartas y me informó que mi alma siempre estuvo lista para llegar a la adultez, comencé a padecer de una validación insufrible ante la revelación de los cosmos (god forbid a girl participate in her own delusions). todo esto para decir que en vez de huirle a los 30s, ya los esperaba con los brazos abiertos y el fervor de querer cobrar una deuda.
admito que – como cualquier otra persona – tengo sentimientos encontrados con envejecer. cuando encontré mi primera cana, llené tres páginas de mi cuaderno para procesar mis emociones. tengo un régimen de skin care que me cuesta más de lo que quisiera admitir, con pasos estructurados dependiendo del día, la noche y/o las necesidades de la semana. most notably, logré identificar la clínica cirujana y doctora que utilizó lindsay lohan para su comeback tan pronto salieron las fotos (dr. radmila lukian en lucia clinic, dubai para quienes aún andan en búsqueda de la información). aún así, me dedico a pensar menos en cómo se ilustran los años y más en cómo los llevo. me preocupan más las limitaciones del tiempo, el no poder alcanzar todos mis anhelos durante mis días en esta tierra. finalmente empiezo a admirar las capacidades de mi cuerpo adulto, pero ahora me encuentro vulnerable mientras miro hacia el vórtice de mi mortalidad.
en lo personal, no estoy en contra de procedimientos estéticos o tratamientos de belleza. por un lado, las modificaciones corporales siempre han sido parte de la cultura y la historia humana. es un instinto, y quizás lo que nos separa del resto del mundo animal, el querer y poder expresar nuestro cuerpo de la manera que lo sentimos. por otro lado, entiendo de la presión social, especialmente la que cargamos las mujeres, al entender que nuestras circunstancias demasiadas veces se adscriben a nuestra presentación corporal. cuento con más tatuajes y piercings de lo que me animo a contar, así que lo siento un poco fuera de mi esfera el criticar lo que otras personas deciden hacer con su propia piel, ya sea para poder sobrevivir o representarse. lo que causa incomodidad es el lenguaje que ocupamos, hablando de “anti-aging” como una solución a nuestros problemas, o la noción terriblemente tóxica de que al negarnos a usar botox o filler “no nos estamos cuidando”.
reconozco que esta es una conversación mucho más compleja. hay miles de artículos, ensayos, opinion pieces y hasta user generated videos que hablan ad nauseam sobre si los procedimientos estéticos o sus regímenes pueden ser o no considerados decisiones feministas. what is a choice in a world that often leads us choiceless? ¿son decisiones propias? ¿son cambios permanentes a los cuales accedemos para poder encajar o sentirnos validadas? como lo suele ser en nuestra experiencia, no parecen haber contestaciones que nos aterricen a salvo en la solución correcta. igual, me reservo el derecho a tener una crisis existencial más adelante en la vida y decidir lo contrario. i am, after all, just a girl.
a pesar de lo que los medios y el mercado nos hacen pensar, envejecer no es inevitable. es un lujo que se distribuye inequitativamente junto a accidentes, sorpresas o fuerza mayor. envejecer es solo para quienes tenemos la dicha de seguir aquí, con vida, con la capacidad de aún crecer, de dedicar tiempo y espacio para hacer valer la vida.
por mucho tiempo, pensé que nunca llegaría a estos días. you know those sleepovers girls have in which they start talking about crushes and end up questioning the entire purpose and existence of the universe? todavía recuerdo cuando en una de esas, le confesé a mi mejor amiga que no veía mi vida más allá de cumplir los 18 años. una pared que se extendía hasta el infinito me imposibilitaba visualizar más allá de mi juventud, convencida de que no lograría traspasarla. y aunque ahora la entiendo como el espejismo que fue, con una vida igualmente desconocida pero aún con todo por delante, se me hace imposible pasar los días sin pensar en las personas con las que alguna vez reí y compartí, que por circunstancias de la vida se quedaron atrás con los años en su perpetua inocencia.
he pensado diariamente en aquel intercambio en sephora desde que sucedió. lo pienso dos, tres veces al día – cada vez que cacho mi reflexión ante el espejo. no necesariamente por miedo a aceptar mi mortalidad o su evidencia, si no más bien por la implicación de que la progresión natural de mi cuerpo ante el tiempo es algo que amerita arreglo o lamento.
las líneas que se acumulan y se asientan en mi rostro, que van creando valles por mi cuerpo, son una progresión natural y biológica como evidencia de mi tiempo en esta tierra. cargan las risas, las lágrimas, las cicatrices y las memorias de más de 30 años de experiencias que anhelan extenderse a por más. como los árboles evidencian su madurez en anillos, mi cuerpo y sus líneas de expresión transmiten los años que me han dado la oportunidad de luchar por una vida plena.
al parpadear, me encuentro nuevamente bajo las luces fluorescentes de la tienda. el representante de servicio al cliente aún está frente a mí, esperando una respuesta ante sus malas noticias y su cóctel químico como solución. ¿cómo comunicarle a un perfecto extraño – with an even more perfect winged eyeliner – que las líneas que lamenta son un regalo para quienes alguna vez no las pudimos ni soñar?
compré el serum para apaciguar su preocupación y evitar más interacciones fuera de las practicadas. igual, el reflejo que me saluda todas las mañanas nunca para de recordarme todo lo que hemos vivido juntas.
contigo en crisis,
ale-marie
"a pesar de lo que los medios y el mercado nos hacen pensar, envejecer no es inevitable. es un lujo que se distribuye inequitativamente junto a accidentes, sorpresas o fuerza mayor. envejecer es solo para quienes tenemos la dicha de seguir aquí, con vida, con la capacidad de aún crecer, de dedicar tiempo y espacio para hacer valer la vida."- esta parte me llego al cora. Realmente envejecer es un lujo. Poder decir estoy viva de que seguimos luchando.
Envejecer es ganarle años al tiempo. Batalla a batalla!