¿Sabes de esas personas que se enamoran instantáneamente de quienes le regalan una sonrisa? Pues, same, pero en vez de enamorarme, mi misión personal se convierte en no decepcionar a nadie. Soy una people pleaser en recuperación, en búsqueda de fortalecer la valentía para pasarle por el lado a todas y cada una de las expectativas externas a las cuales me enfrento a diario. Maybe even do a hair flip.
Llevo pensando mucho en estos días sobre el No. “No” como declaración y oración completa. “No” de ‘no me da la gana’ o ‘no, quisiera estar haciendo cualquier otra cosa’. Porque solo es recientemente que pienso en lo mucho que no me lo permito, y en la mala costumbre que tenemos como sociedad y personas de esperar siempre una contestación afirmativa. ¿A quién le importan nuestros mejores instintos y deseos, anyway?
Cuando pequeña, se me daba muy bien el decir “no”. Ya a mis seis años, las apuestas familiares discutían si sería abogada o jueza (a esa corta edad, era incapaz de hacer las cosas sin ser convencida más allá de duda razonable). Tenía una contestación para todo. En más de una ocasión desarmé a mis personas adultas designadas al poder argumentar por qué podía acostarme más tarde o por qué era imperativo el yo participar de algo.
Poder pronunciarme firme en mi “no” se me dio bien hasta la adolescencia, claro está. El umbral para aceptar argumentos y rechazos se esfuma con la pubertad. No hay nada gracioso en una adolescente creando PowerPoints o ensayos para ganar debates familiares. (Side Note: en una ocasión sí creé una presentación de por qué mi mamá debía cambiar al plan de mensajes de texto ilimitados – con presupuesto incluido – y gané. Como la persona adulta que ahora soy, le pido mis más sinceras disculpas a mi madre. But you’ve got to admit that was pretty impressive!) Y así comenzó la batalla con la necesidad de ser escuchada versus la necesidad de ser aceptada.
Capté rápidamente que mi vida sería más fácil si me rendía ante el Sí. “Sí” de ‘sí, por supuesto’ o ‘sí, no me molesta para nada’. El mundo que me rodeaba se encargó de desgastar a la niña astuta que vivía dentro de mí, tildándola de inquieta, intransigente, o difícil. Comencé a cohibir mis impulsos de pronunciarme, de decir “no” firmemente. Me llegué a cuestionar a mí misma, preguntándome el por qué se me hacía tan difícil aceptar y hacer lo que se esperaba de mí. Porque, si todas las personas que me rodeaban tenían expectativas similares, de seguro ellas sabían algo de mi que aún me faltaban por descubrir. ¿Cierto?
Solo tenía que pensar positivo y seguir las instrucciones meticulosamente delimitadas por quienes me rodeaban todos los días.
Las ventajas de decir “sí” están en todas partes. En las escuelas, en los espacios de trabajo, en nuestros vínculos. Hay industrias completas dedicadas a la idea de “aceptar para triunfar”. Miles de libros de autoayuda y online gurus te prometen la clave para una vida próspera: mindset and the power of saying yes! Porque según ellas, no es el estado del mundo o nuestra explotación emocional y económica lo que nos cohibe de ser nuestra mejor versión. Si tienes alguna duda (y por un módico precio), puedes finalmente entender que lo único que te falta es aprender a decir “sí” sin sopesar el riesgo.
Así que como buena jovencita, diligentemente erosioné mis instintos. Abandoné el mejor regalo de la inocencia y lo reemplacé por todo aquello que recomendaban mejor para mi. Quería evitar a toda costa el ser catalogada como aburrida, predecible, e incapaz de tomar riesgos. Aprendí a callar y asumir la violencia que sobrevivimos las mujeres como pago para ocupar espacio y ser deseadas. Intencionalmente descuidé de mí misma en búsqueda de la belleza y estándares imposibles. Asumí la responsabilidad de exigirle más a mi cuerpo a costa del descanso y mi bienestar para ser una ciudadana deshumanizada pero “responsable”, “fajona”.
Entre tanto, pasaron décadas en las cuales logré tantas cosas. Muchísimas por las cuales aún no logro sentirme satisfecha porque verdaderamente nunca fueron mías. Pero por lo menos lo hice todo con una sonrisa.
Sin saber cuándo, me convertí en una de las que practica sus conversaciones frente al espejo. Mis momentos de mayor valentía han sido en el baño (donde también he practicado recibir un dos Premios Óscar y un Grammy – performances tbd). Hasta hace muy poco, la idea de expresar mi desacuerdo y negarme a lo que no me sirve me ponía los nervios de punta. No soy cardióloga, ni experta en psicología, pero me queda meridianamente claro que negarse a algo y hacer lo justo no debería sentirse como deporte extremo. Hay distintas maneras – y muchísimo más saludables – para experimentar adrenalina. Me parece que ocupar el espacio que merecemos no debería ser de las más recurrentes.
Así que, respetuosamente, fuck your toxic positivity. I want healthy negativity.
Ya van casi tres años desde que comencé a explorar la idea de vivir mi vida por mis propios méritos. And it’s been really fucking hard.
Cuando dejé de decir “sí”, me costó partes de mi a las que ya me había acostumbrado. Me tocó desprogramarme. Tuve que aceptar que el trabajar por mi mejor versión significaba renunciar a una que me ayudó a sobrevivir un mundo hostil, diseñado para consumirnos en vez de abrazarnos. Me costó mi sentido de pertenencia a espacios, e incluso relaciones que había pensado indispensables cuando finalmente me vi como energía no-renovable. Lloré como niña pequeña cuando entendí que, inevitablemente, decepcionar las expectativas ajenas por las nuestras es parte de la vida.
Poco a poco, y dispuesta a discutir con cualquier life coach, voy entendiendo el verdadero poder de decir No. ‘No’ de ‘no, eso no es lo que quiero’ y ‘no, eso no es lo que merezco’.
Y ahora creo fielmente que el mundo sería un mejor lugar si aprendiéramos a mandarlo todo al carajo de vez en cuando. Que hay valor en darnos la oportunidad de plantarnos firmes en el No. Que hay poder en rechazar las expectativas ajenas, en dejar de hacerlas nuestras. No porque tenga las contestaciones, ni las soluciones – sino porque nadie las tiene. Porque todes somos ignorantes y aprendices. Quien te diga lo contrario miente (or is most likely trying to sell you something).
Todo llega a su final, incluidos nuestros días. La única persona con la capacidad de experimentarlos en su totalidad y hacerlos valer la pena es quien aparece al otro lado del espejo, todas y cada una de las veces que practicas.
Start saying “No” to shit. A ver si de una vez y por todas nos armamos de valentía.
Contigo en crisis,
ale-marie
Como un people pleaser crónico, me pica leer esto.😭
Una People Pleaser que cuando dijo su primer ¡NO! Comenzaron a decir que solo quería llevar la contraria, así que aún trabajo en seguir implementando el ¡No!