lo consideré demasiado. tuve que apretar el gatillo.
ya llevaba unos meses considerándolo. no sabía si era mi lado pretencioso apoderándose, o si las paredes cerrándose a mi alrededor apretaron su camino. decidí que podía vivir con ambas alternativas y lo hice: i hit ‘confirm purchase’ para convertirme en la dueña de un motorola razr del 2007.
antes de que me grites, “¡ay, ale-marie, qué dramática” – yes, and: así de intensa siento la saturación digital en la que vivimos suspendides estos días. me siento como aquel episodio de spongebob en el que squidward se muda a la comunidad ‘perfecta’ de squidville, solo para terminar abrumado y disponible para quemarlo todo luego de vivir el mismo día over and over and over and over again. ‘squidville’ siendo la “conveniencia” del mundo digital, ‘quemarlo todo’ siendo la necesidad que tengo de vivir con una sola opinión en mi cabeza por el resto de mis días.
el tema de la desconexión digital es uno recurrente en este espacio. tampoco se me escapa la ironía en que la distribución de mis ensayos y descargas mentales también es virtual (y agradezco como abrazas mis contradicciones con tu apoyo 🙂). pero viene de una sensación insuperable de que a duras penas experimento mi vida cuando la veo a través de pantallas. entendí que para alcanzar la iluminación que tanto deseo (aka sentirme satisfecha con lo que tengo y poder tener un dinerito extra para comprar un oat milk matcha), tocó reconsiderar mi relación con la tecnología.
no vengo a profetizar sobre los males de nuestra dependencia digital, ni a intentar convencerte sobre las ventajas de una vida off-grid. a pesar de mi propensidad al drama, no está en mis planes adoptar una vida pre-industrial. el internet y el mundo de las redes sociales son herramientas indispensables para nuestro diario vivir. and i’m really just kinda chasing a feeling? busco sentir la anticipación positiva de conectarme en línea como en las noches de mi adolescencia, algo totalmente opuesto a la actualidad, donde considero eliminar mi huella digital al menos cinco veces al día.
simplemente – and please know this is incredibly vulnerable for me – intento aceptar y sanar cómo mi autopercepción se ha basado en lo que consumo y proyecto en línea… y cómo eso se ha convertido en un hábito para el cual ahora tomo medidas extremas.
leo sobre la regulación de nuestro sistema nervioso para vivir una vida sana, pero en las mañanas aún agarro el teléfono para conectarme al mundo que continuó su transmisión durante mis horas de descanso. deseo más que nada formar parte de la comunidad que me rodea, pero camino con mi teléfono y mis audífonos noise-cancelling en mano. disfruto de paz a diario, pero nunca fallo en criticar mis condiciones perfectamente humanas a base del micro-trend o hyper-fixation del momento. esa semana que tiktok se obsesionó con las papadas, fue mi 12.5th reason.
you hate to see it, pero resulta que mi mamá tenía razón con eso de que estar en el teléfono y/o computadora todo el tiempo me iba a hacer daño. claro, she couldn’t have known que poco tiempo después ella también estaría 24/7 en su teléfono, y que una vida virtual bajo late-stage capitalism sería no solo norma, si no una obligación. en aquel entonces, su preocupación giraba más en torno a mi adicción a tumblr y el whiplash de tener una una disney-channel-girlie turned emo1 bajo su techo. y aunque tenía razón en alarmarse durante mi indie sleaze era, la verdadera amenaza resultó ser la gran epidemia de la soledad2 que experimentamos, exacerbada por nuestra hiperdependencia en nuestros aparatos móviles y el roce colectivo con la mortalidad en un mundo pospandémico.
estoy harta, en realidad. sé que tampoco es una reacción saludable, pero en estos días cuando me despierto de un infinite-scroll haze, me siento entre decepcionada y molesta por nuevamente ceder mi atención y tiempo sin ningún tipo de control. no es que quiero desconectarme completamente – my ego is too fragile and i fear y’all would *literally* forget about me, y extrañaría demasiado poder hablar en memes. lo que sí deseo es una opción, una puerta que conceda entrada y salida para siempre estar en grama cuando las cosas se pongan un poquito demasiado crónicamente en línea.
cuando apple lanzó el iphone 3g hace ya más de una década3, el ancla de su campaña de marketing era “there’s an app for that!”. la promesa era tan sencilla como innovadora: ante cualquier necesidad moderna, steve jobs anunciaba como si fuera oprah que tú tendrías un teléfono equipado con apps, aquel tendría un teléfono equipado con apps, ella tendría un teléfono equipado con apps – ¡todes tendríamos teléfonos equipados con apps! y entre spotify (rip mi ipod classic de 80gb, mi fiel compañero) y la brújula digital que nadie usaría porque tenemos google maps, mi vida quedó convenientemente empaquetada en un bloque de cristal o plástico, dependiendo del modelo y la marca, con acceso al cloud. just add wi-fi!
pero esa ‘conveniencia’ ahora parece costarme más de lo que cuesta cultivar la paciencia en un mundo de gratificación instantánea. como integrante del chronically online club™ por más de una década, esta etapa de mi vida se me presenta como un reto y duelo. piezas clave de mi personalidad se desarrollaron en los pixeles de tumblr y livejournal, donde conectaba con jóvenes como yo, abrumadas con la necesidad de inspirar misterio mientras lo dejábamos todo perfectamente documentado en línea. pero porque el capitalismo nunca descansa, rápidamente esos espacios nos convirtieron en cost-per-clicks para vendernos más productos. and we’ve been conditioned to not be able to look away since.
entonces invertí en una cámara, intento asegurar una batería para resucitar mi ipod, y espero con ansias la llegada de mi nuevo flip phone del 2007. aunque admito que parte del entusiasmo en este proceso es poder tener una conversación dramática para terminar la llamada con una palmada metálica – phone charm included – lo más que anticipo es la oportunidad de finalmente crear una relación con la tecnología que me sirva en mi diario, pero que no me determine. you know, you remember: la magia de llegar a la computadora después de un día largo, abrir el navegador y experimentar cada herramienta y plataforma desde el disfrute y la interacción. sin el dial-up. sin la sensación de que fallé por no haber utilizado bloqueador solar en mis 20s (ni que mis valores feministas se ven afectados por tan siquiera pensar en eso).
estoy en un proceso de revisión. he recopilado data sobre mis tiempos en pantalla e incluso el número de veces que agarro mi teléfono por instinto (women in stem!). también recientemente aprendí que puedes convertir tu iphone en un dumb phone para reducirlo a un número específico de aplicaciones y mitigar distracciones4. aunque aún no llevo la cantidad de tiempo suficiente para conseguir la aprobación del método científico, las primeras pruebas sí han resultado en mayor cantidad de tiempo de ocio y descanso, más productividad diaria y un aumento de un 50% en i-don’t-give-a-fuck’s.
y así quedan las cosas: i’m just a girl, standing in front of an online audience, asking them to love her consider la noción radical de reducir velocidad y rechazar la conveniencia por todo aquello que nos regrese la humanidad.
no sé a dónde me lleve esta aventura y experimento. lo que sí me queda claro es que… we’re gonna need a bigger bag.
contigo en crisis,
ale-marie
the disney-kid-to-emo pipeline is real y pudiese hablar de esto por horas.
our epidemic of loneliness and isolation, the u.s. surgeon general’s advisory on the healing effects of social connection and community, (2023).
el primer iphone se presentó al mundo en el 2007; el iphone 3g se presentó en el 2009 – 13 años atrás por si te estabas preguntando. :)
i’m still entering the password to break my phone out of phone jail, pero creo que es una herramienta buenísima para aquellas personas con buena fuerza de voluntad 🤠.
uff, ando en el mismo trip, hay días que me siento en-función-de las redes y no al revés. Me cuesta trabajo porque mi trabajo SON las redes sociales, pero muchas veces también lo uso como excusa para pasar 8horas en pantalla que definitivamente no son necesarias.
Ni modo, nos toca ser la generación que descifre cómo tener una relación sana con la tecnología que cada día nos rebasa más.
¡Me encanta! Es por razones similares que hace un mes, decidí borrar la mayoría de las apps de mi celular (aún me cuesta eliminar tik tok), pero fuera de eso, it feels pretty good. He aumentado la rapidez con la que leo los libros, he ido for more outside walks, he estado más presente y for some weird reason, las percepciones negativas de mi, han ido disminuyendo; pues, no existe la presión social de always look imperfectly perfect online. Amé esta columna.